En las agitadas ciudades de hoy muchas personas sufren síntomas causados por la tensión nerviosa.
Rosa era una de esas personas. Trabaja como cajera en una tienda grande, y cuando la cola de clientes se hacia demasiado larga, algunos clientes se ponían bastante antipáticos y le decían que se apurara, pues ellos estaban también muy cortos de tiempo. Pero ella ya no podía trabajar mas rápido de lo que lo hacia. Con el tiempo cada vez que había más de cinco personas en la línea, ella sentía mareos y nauseas tan intenso que apenas podía seguir trabajando.
Estos ataques llenaban a Rosa de confusión, incertidumbre y temor.
Temía que el próximo ataque fuera tan insoportable que no podría evitar gritar. Temía también perder su trabajo, que tanto necesitaba. Pero, más que todo, le temía al futuro. ¿Seria que sus malestares se iban a hacer cada vez peores? ¿Se estaría volviendo loca? No lo sabia, así que se limito a tratar de luchar para terminar el día, apretando los dientes y aferrándose a la caja registradora cada vez que le venían los mareos y las nauseas.
Rosa tenia una amiga llamada Julia (la misma Julia de la que hablamos anteriormente). Julia había sufrido de problemas nerviosos similares hasta que se entero de la fácil manera de curarlos. Ella le explico a Rosa: “La adrenalina te causa los mareos y las nauseas. Lo que tienes que hacer es calmarte, aceptar los síntomas como cosa natural, y así el nivel de adrenalina en tu cuerpo bajara y el ataque terminara”.
Rosa acepto el consejo de Julia. Acepto sus síntomas en lugar de revelarse contra ellos y al poco tiempo se vio libre de los mareos. Pero Julia no se contento con ayudar a Rosa solamente con respecto a sus nervios. Le dijo a Rosa que confiara en Jesucristo. Que El la ayudaría a superar todos sus temores e incertidumbres.
Rosa respondió sinceramente a la buena nueva de Jesucristo. Hoy ella dice:”Durante toda mi vida viví entre brumas, en una niebla de confusión y duda. Me preocupe y deje que tantas cosas me molestaran porque no sabía que Dios me ama y se preocupa por mí. Temía más que nada al futuro y ala muerte. No sabía lo que pasaría conmigo después de morir. Ahora estoy en paz porque descanso en la seguridad de las promesas de Jesús, quien dice: “Les aseguro que quien presta atención a lo que yo digo y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado, pues ya ha pasado de la muerte a la vida.” (San Juan 5:24).
Ahora Rosa puede hacer frente a todas sus preocupaciones y tenciones, porque ha salido de la bruma hacia la luz del sol de la palabra de Dios.
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